viernes, 14 de agosto de 2009

El Cargador

NOTAS PRELIMINARES A LA SEGUNDA EDICIÓN



En el año de 1969 se publicó (Ediciones Universidad Nacional de Educación) el libro “Teatro Campesino”. En ese volumen aparece, entre otras seis, la obra “El Cargador”. El título parece definir, de por sí, el tema tratado en el desarrollo de esa pieza teatral. Sin embargo, por falta de contacto con nuestra realidad, por falta de conocimiento práctico de la sociedad peruana o, como dice Bertold Brecht, por falta de examen de lo que parece habitual, puede haber, hay, personas para quienes el título, el tema y la consiguiente realidad de “El Cargador” signifiquen poco o casi nada.
Moviéndonos a diario dentro de un sistema social, sin analizarlo, considerándolo estático, justo, acabado; dejándonos llevar sólo por discusiones de aula, escritorio o café; contentándonos con nuestra ración cotidiana de noticias, recibidas a través de la prensa, la radio y la televisión, podríamos, seguramente, podríamos dejar de ver a los personajes, a los actores de nuestro gran teatro social, que están moviéndose en las calles, que están caminando por las plazas, que sudan y gritan en los mercados, que luchan en los barrios pobres, en los suburbios de las ciudades del país; o a los que de mañana a tarde se movilizan en las zonas rurales, en los pueblos y aldeas lejanos, o que, de sol a noche, se levantan y se inclinan en medio de los campos peruanos para encontrar la raíz que alimente sus días. Podríamos, de ese modo, dejar de ver a los personajes que están cruzando nuestra vista y que nos van mostrando, claramente, un real e ineludible estado de cosas.
Así parece haber sucedido, parece suceder, con el caso de esos trabajadores, miembros de nuestra sociedad, que son los “cargadores”. A pesar de que están presentes en casi todas las ciudades del Perú, a pesar de que muchísimas personas solicitan sus servicios, a pesar de que sus enormes cargas y su gran miseria nos golpean la vista a cada momento, a pesar de todo ello, no nos hemos percatado de su realidad humana, de su situación, de su verdadero rostro social.
Decía, por eso, que habiéndose publicado en 1969 la obra “El Cargador”, para muchas personas, especialmente para muchas personas pertenecientes a los medios intelectuales, el título y el tema que en ella se desarrolla parece haber significado poco a casi nada.
Pero “El Cargador” ha caminado ya una breve etapa de su historia. En 1971 coincidieron en la fecha de estreno de sendos montajes escénicos un grupo popular de “El Ermitaño” y un conjunto de estudiantes de la Universidad Inca Garcilaso de la Vega. El elenco de “El Ermitaño” realizó, luego, varias presentaciones en diversos escenarios de la ciudad de Lima y de algunos pueblos jóvenes. En el mismo año, el Teatro Experimental de la Universidad Nacional Hermilio Valdizán de Huanuco, realizó una temporada en esa capital de departamento y viajó a otros pueblos de la zona efectuando representaciones de la obra mencionada. En 1972, un conjunto estudiantil, compuesto por alumnos del Colegio Nacional de Llata, realizó toda una gira cultural llevando “El Cargador” a muchos pueblos de los departamentos de Huanuco y Ancash. También ese mismo año, un elenco compuesto por trabajadores de la fábrica Tecnoquímica de Lima, hizo una breve temporada en Miraflores. El juvenil conjunto teatral “TADEA” estuvo empeñado en realizar el montaje de la obra; de ese intento resultó la versión mimeográfica que se publicó y distribuyó a través de puestos de ventas de revistas y periódicos.
Pude apreciar sólo las tres versiones escénicas de los conjuntos de Lima. Contando con la buena intención y el esfuerzo que ha de haber significado, para los grupos, realizar las puestas en escena, unas más que otras, revelaban la falta de conocimiento de la realidad de los campesinos y de los “cargadores” por parte de los ejecutantes. También evidenciaban un tratamiento equivocadamente dramático y hasta melodramático de la obra, por parte de los directores. Esto último implicaba, entonces, una distorsión general de la estructura de la pieza y de la proyección de su contenido, programados en el texto por el autor.
En cuanto a las presentaciones por elencos de provincias, tengo entendido que no ha de haber subsistido la falta de conocimiento de la realidad de los personajes. Tal vez haya fallado un tanto el aspecto técnico. No perdemos las esperanzas de ver alguna de esas versiones que, generalmente, se caracterizan por la sinceridad y la fuerza propias del pueblo en acción.
Teatro Campesino, grupo independiente, fundado en 1970, con amplio trabajo teatral realizado en el campo y la ciudad, a nivel popular, a través de los diversos tipos de organizaciones de masas (sindicatos, asociaciones culturales, entidades, colegios, escuelas, universidades, etc.) estrenó la obra “El Cargador” el 1 de mayo de 1972, en la ciudad de Ayacucho. Entre los mil espectadores que, aproximadamente, asistieron a ese acto, estuvo presente un buen número de auténticos “cargadores” ayacuchanos. Ellos y todo el público siguieron en un estado de vibración continua, en alerta palpitante, cada una de las escenas de la obra y aplaudieron –muchísimas veces- cada frase o secuencia en las que ellos encontraban los pensamientos más importantes del contenido de la misma. Para mi experiencia como autor de la obra, para mi desarrollo como actor y director de esa versión escénica, el hecho fue verdaderamente extraordinario. Y todos los miembros de Teatro Campesino sentimos, a través de nuestro trabajo, aquella sinceridad y aquellas fuerzas populares de las que hablaba líneas más arriba. Al final cantamos con el pueblo las estrofas de la “Pirhualla Pirhua”.
Llevamos a cabo, luego, alguna breve temporada en el local de la Sociedad de Autores y Compositores del Perú, en el distrito de El Rímac. Desde allí, desde ese acogedor teatrín de la avenida Francisco Pizarro, donde, gracias a SAYCOPE, preparamos nuestro trabajo, hemos partido muchísimas veces a otros lugares. Por diferentes motivos, son dignas de mencionar las presentaciones de la obra “El Cargador” que realizamos en Morón, en Casapalca, en Huaraz, en Huayobamba, en Jicamarca, en las minas de Jicanca, cerca de Huaraz, o, hace poco, en Chiquián. En torno a cada función teatral hemos recogido valiosísimas experiencias, unas positivas y otras negativas, respecto al desarrollo de nuestra tarea en el seno del pueblo. Pero los éxitos no nos envanecen ni los fracasos nos desmoralizan. Estamos avanzando, eso es lo importante. “El Cargador” es una de las obras del repertorio permanente y una de las más solicitadas por las organizaciones de masas que se acercan a Teatro Campesino.


Chosica, setiembre de 1973
Víctor Zavala Cataño


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