sábado, 15 de agosto de 2009

Sobre los propósitos de este Blog

Bienvenidos:
Para quienes despierta el interés sobre el tema de este blog, les contaremos que estamos conmemorando los 40 años desde la primera publicación del libro Teatro Campesino del dramaturgo peruano Víctor Zavala Cataño (1969 - 2009). Creemos que esta, es una excelente oportunidad para revalorar la propuesta de Víctor Zavala que representó en el teatro peruano una corriente importante y un gran aporte a la cultura popular.
Este espacio nos permitirá difundir las obras, documentar, publicar comentarios y ensayos sobre el mismo; y - como testigos cercanos – relatar algunos aspectos de la trayectoria y labor del grupo de Teatro Campesino que recorrió gran parte del territorio peruano escenificando las obras de Víctor Zavala.
Esperamos cumplir con nuestro cometido y con ello lograr un justo homenaje a nuestro padre.
Yrma, María Elvira, Víctor Manuel, Silvia, Iris y Carlos Cesar.


Una Tecnológica conversación

Antes era “tirar una botella al mar”. Y, de llegar, el mensaje llegaba –a pulso de puro azar- a algún lugar, no ciertamente establecido, y para ser recogido por alguien que pudo topar con la botella y con la probabilidad de asumir o no asumir el requerimiento o auxilio necesitado.

Hoy, la cuestión es fijar un punto en el océano cibernético para que pueda ser ubicado, desde cualquier lugar del mundo, por quien, al igual que miles, busca estrellas en el firmamento de la cibercomunicación. Y todo, gracias a unas cuasi mágicas señales literales que laten invisibles en el inmenso movimiento del éter cibernético.

Este es el caso de esta ventanilla. Tiene un cartelito en el cual está inscrito el contenido de esta tecnológica conversación: Teatro Campesino.

Soy Víctor Zavala Cataño. He publicado algunos libros: Teatro Campesino, Teatro Popular, Teatro Infantil y – lo principal- he caminado costa, sierra y selva del Perú con la puesta en escena de cada una de las obras en tales volúmenes insertadas. También he publicado Color de la Ceniza y Otros Relatos y unos que otros poemas en revistas diversas. Otros textos literarios y teatrales quedaron casi prestos a ser publicados y otros más fueron allanados, requisados y perdidos dentro de los avatares políticos que he venido y sigo enfrentando.
Mi situación actual (la de ser prisionero político social ya más de diecisiete años) me permite –así sea limitadamente- ingresar a estos ámbitos de comunicación sólo gracias a la hermosa preocupación y al empeño de mis familiares, los mismos que ejecutan la parte práctica y la administración de los medios de los que aquí no me es dado disponer.
Víctor Zavala Cataño
Penal Canto Grande 2009

Introducción al libro Teatro Campesino 1° Edción . 1969

INTRODUCCIÓN
El campesino peruano no ha ingresado como personaje al teatro nacional. La novela lo ha acogido hace mucho tiempo, la poesía ha recogido sobre todo sus quejas y hasta el cine ha pintado ya, con cierto colorido turístico, el ambiente indígena del hombre de campo peruano.
El teatro es la isla a la que la imagen del trabajador agrario no ha podido arribar aún. O cuando ha llegado no ha sido él mismo, sino un fantoche, un “indio”, un “serrano”, un “cholo”, un “animal”, en fin dentro de una concepción despectiva de su realidad. La verdadera faz del labrador agrícola, llena de contrastes, frustraciones, sufrimientos, protestas contenidas y esperanzas, no ha sido iluminada por los dramaturgos. Nuestro teatro ha incidido principalmente en la conducta de la pequeña burguesía de la ciudad. Los personajes del pueblo, especialmente los del campesinado, no han podido subir a escena todavía
Con la presente primera serie de siete obras se intenta poner el arte teatral al servicio de la clase mayoritaria, a la que pertenecen los campesinos de la sierra peruana; se trata de recrear, en esa formidable plataforma que es el teatro, la vida de un aparte de la masa popular. En cada pieza escénica se expone, por eso, una denuncia y se ensaya una crítica respecto a un conjunto de situaciones derivadas del sistema social en el que los protagonistas se movilizan. Se plantean, asimismo, algunas ideas referentes a la obligatoria, necesaria y verdadera solución del problema sociopolítico del país. Este libro es el primer impulso de una corriente que ha demostrar la urgente y perentoria exigencia de quienes, en el campo o en la ciudad, se levantan muy mañana para trabajar mucho y comer poco.
Estas obras han sido escritas no solo para la lectura, sino para la representación. Representación que puede realizarse en la más completa sala teatral, o –y eso es lo importante- en cualquier coliseo, plaza, calle o lugar donde haya espacio, público y avidez para efectuarla. Se ha utilizado para ello, un mínimo de personajes –vale decir de actores- se ha prescindido de los decorados, se ha evitado complicar las acciones y se ha obtenido así una “historia” lineal, breve, sencilla, y directa. General mente la “historia” se ha construido sobre la base de un hecho más o menos verídico y su narración se ha encargado a personajes sin mayor carga psicológica individual con el fin de dar fuerza a la voz común, múltiple, del grupo social al que representan. Aun las luces, como recurso de cambio, pueden ser suplantadas por diversos elementos que marquen la línea divisoria entre uno y otro tiempo, uno y otro ambiente, uno y otro acontecimiento dramático.
Técnicamente, estas obras se sustentan en una conjunción artística de medios que el teatro puede directamente aprovechar para, de esa manera, plasmar un espectáculo divertido e interesante. El monólogo, la pantomima, la danza, el canto –obtenidos de las propias manifestaciones populares-, así como los carteles y la sobreactuación se convierten en instrumentos activos del drama y permiten, además, el “distanciamiento” del espectador.
Catorce años de plena vida campesina –nací en una comunidad indígena- y un continuo e intenso contacto con los pueblos de la sierra apoya a esta inicial expresión artística.
El teatro, como todas las artes, está comprometido con una u otra clase social. Ya es hora de que el multitudinario hombre que labra la tierra haga su ingreso, herramienta en mano, al escenario nacional.


Víctor Zavala Cataño
1969

OBRAS DEL LIIBRO
  • El Gallo
  • La Gallina
  • El Collar
  • La Yunta
  • El Turno
  • El Arpista
  • El Cargador

Apuntes Biográficos del grupo TEATRO CAMPESINO


Artículo publicado el 30 de mayo de 1971 en el diario EL CORREO de Huancayo.

El Teatro Campesino, grupo independiente se fundó el 10 de febrero de 1970, en una oficina del Museo Arqueológico de la antigua casa de la Universidad de San Marcos. El acto de fundación consistió, sencillamente en la reunión de cuatro personas para ensayar la obra “LA GALLINA”, ese ha sido el símbolo de nuestra vida institucional: trabajar sin mayores ceremonias ni formalismos. La actividad teatral, el quehacer escénico continuo han marcado nuestros días.

A principios del mes de Marzo del mismo año nos presentamos, por primera vez, en el jardín del local de la Universidad Nacional de Educación en Lima. Actuó también, en esa oportunidad el grupo teatral “EL TABANO” pero ellos escogieron un aula para actuar; el público tuvo que trasladarse del jardín al aula. Y es ese otro símbolo de “TEATRO CAMPESINO”: trabajar precisamente, en lugares donde el teatro no ha llegado. La última función que hemos realizado, por ejemplo en Lima se efectuó en un patio de la abandonada casa hacienda Taboada, cerca del Aeropuerto del Callao.

El ambiente teatral, debe ser creado por los trabajadores del arte escénico. Basta un elemento, basta una lona, basta una linterna, basta un mueble; el teatro se hace. No nos quejamos por eso como muchos, de la falta de locales “apropiados”. Tal vez sí, requerimos de un espacio donde reunirnos para ensayar . Y eso lo tuvimos al principio como ya hemos mencionado, en la antigua Casona de San Marcos, gracias a la gentileza de Luís Lumbreras. Algún tiempo después cuando estábamos ubicándonos en una aula abandonada de ese mismo edificio se nos pidió que nos trasladásemos a otra pequeña sala donde, por muchas razones; nuestro trabajo no se realizaba a plenitud. Sin embargo desde ese local partimos a Jauja donde hicimos nuestras primeras funciones fuera de Lima. Nos habíamos presentado ya en una plaza de la cuarta zona de San Martín de Porras y habíamos llevado a cabo una que otra función en universidades e instituciones provincianas, también fuimos a Cerro de Pasco. En un día realizamos 4 funciones. Pero lo mejor de ese viaje se produjo en dos comunidades campesinas. En una de ellas trabajamos en el atrio de la iglesia cuya puerta principal nos sirvió como puerta de entrada y salida. Los campesinos estaban sentados sobre el suelo en plena plaza. En otra, utilizamos las mesas que servían para esquilar a las ovejas como escenario, mientras los comuneros estaban sentados sobre fardos de lana. En Huamantanga provincia de Canta nos cortaron la corriente eléctrica antes de terminar la función: en fin anécdotas hay muchas. Pero lo importante es que el grupo ha mantenido su actividad pese a todo, inclusive pese a un accidente sufrido por su director que le han valido serios dolores de cabeza. Ese hecho sucedió a dos días del estreno de la obra “EL ARPISTA” y, precisamente, cuando había ido a efectuar una grabación para la referida obra que, dato especial; se presentaba por primera vez en una función para damnificados del terremoto de Ancash.

En el mes de octubre empezamos una serie de funciones en la Sociedad de Autores y Compositores del Perú y, al mismo tiempo hemos realizado una gran cantidad de funciones en lo pueblos jóvenes. Algún día haremos detalladamente, la relación de toda esa campaña.
SAYCOPE nos acogió en su loca. Hasta ahora nos reunimos allí para ensayar día a día. Somos parte de la vida de esa institución gracias a la especial deferencia de sus socios y de su presidente Manuel Acosta Ojeda.

Al cumplir un año de trabajo estrenaremos “EL TURNO” en el pueblo joven El Altillo del Rímac y ahora vamos a estrenar “LA YUNTA” en una comunidad campesina. Este es, a grandes pasos el camino recorrido por TEATRO CAMPESINO. No cejamos en nuestro empeño de trabajar, de hacer teatro para el pueblo; para las mayorías. Creemos que nuestra misión, poco a poco esta madurando y se esta cumpliendo. En una sociedad como la nuestra es muy difícil mantener un ritmo cultural como el que nos hemos impuesto, pero confiamos en el apoyo de las gentes del pueblo; ese extraordinario público que nos aplaude, que nos apoya; que a veces en forma espontánea hace cuotas para ayudarnos. No somos unos simples activistas de la cultura; eso no. No queremos solo divertir al público. No. Nosotros no hacemos caridad cultural. No nos contentamos con llevarles un espectáculo más o menos bien armado a los sectores populares. No. Nos interesa la participación de ese público en el desarrollo cultural, social y político de nuestro país. Hemos comenzado por aplicar las expresiones de ese público, de esa masa a nuestros medios artísticos. También con nuestro teatro, queremos trasmitir una posición, una actitud frente a nuestra realidad histórica.

Víctor Zavala Cataño

A Modo de Testimonio

Conocí a Víctor siendo él mi profesor de Teatro, en la UNE La Cantuta, el año 1969. Entonces, no sé si hasta ahora, era obligatorio llevar un curso lectivo de Arte, como parte de nuestra formación profesional. Fue así como incursioné en el mundo del teatro, el que, dicho sea de paso, me fascinó desde un principio.
En el verano de 1970, Víctor me convoca para integrar el naciente Grupo de Teatro Campesino; convocatoria a la que gustoso accedí. Ya integrado al Grupo, iniciamos un trabajo intenso de difusión, de casi todas las obras de Teatro Campesino, recorriendo muchos pueblos del interior del país, así como los barrios populares de Lima, Universidades, colegios,sindicatos, clubes provinciales, barriales, etc.
A los integrantes del Grupo nos unía la convicción de que sí es posible construir un Perú nuevo, distinto del que heredamos; y el Teatro debe estar al servicio de esa causa, debe crear conciencia, en el pueblo, acerca de esa necesidad.
En esa línea, nuestro trabajo fue dirigido, fundamentalmente, a los sectores populares. Así, casi todos los estrenos los realizamos en el interior del país o en los barrios populares de Lima. Por ejemplo, “La Yunta” la estrenamos en la Comunidad Campesina de Ahuac (Huancayo); “El Cargador”, en el patio de la Universidad de Huamanga (Ayacucho); “El Arpista”, en el local de SAYCOPE (Rímac); “El Turno”, en el Pueblo Joven El Altillo (Rímac); etc.; todos, con un lleno de público que, en su mayoría, asistía, por primera vez, a un espectáculo teatral.
Nuestras presentaciones las hacíamos en ambientes y “escenarios” inesperados: el atrio de una Iglesia pueblerina, los tablones donde se esquila al ganado, el galpón de una hacienda abandonada, las faldas de un cerro, la Plaza de Armas de un pueblo, la boca de una mina, etc., etc.
Durante los más de 6 años de intensa actividad teatral, de 1970 a 1976, nuestro trabajo nos dio satisfacciones, tanto personales como grupales. Disfrutábamos de cada éxito, celebrábamos cada cumpleaños, bromeábamos mucho durante los viajes, compartíamos carencias y “abundancias”; es decir, éramos casi como una familia. También, como no, aprendimos mucho de la gente del pueblo: compartíamos sus faenas, sus fiestas, sus comidas, sus preocupaciones, sus denuncias, sus luchas y sus triunfos.
Las vivencias, durante esos más de 6 años, también estuvieron matizadas de anécdotas. Quisiera, si la memoria no me falla, recordar algunas de ellas y compartirlas con ustedes. Aquí va una: en Huánuco, teníamos que presentar “La Yunta” , invitados por una Cooperativa Agraria; cuando coordinábamos los preparativos previos a la función, uno de los cooperativistas nos dice que todo está listo, pero que hay un solo inconveniente; ¿cuál es?, preguntamos; “es que nuestro local está en el tercer piso de un edificio”, nos dice; entonces le decimos que ese no es ningún problema; a lo que, muy ingenuamente, nos contesta: “pero, ¿cómo van a subir los toritos hasta el tercer piso?”. Otra sucedió en una Parroquia de Jauja; los actores ya estábamos caracterizados como personajes, vestidos y maquillados como campesinos, cuando, de pronto, me dan ganas de orinar, por lo que tuve que ir al baño de la Parroquia. Cuando ya estaba de regreso, aparece una monja y, al verme, se pone nerviosa y empieza a gritarme: ¡qué haces aquí cholo!, seguro has entrado a robar, ¡fuera de aquí! Si no quieres que llame a la policía”; cuando le expliqué todo y que no era ningún cholo ladrón, se disculpó y me dejó ir. Una última. Ésta me sucedió en plena actuación con Víctor, en una de las pocas veces que actuó, pues, él era el Director del Grupo; en un momento la mente se me puso en blanco y se me olvidó el parlamento; Víctor me miraba, entre preocupado y que le ganaba la risa. Entonces, él toma la iniciativa y me dice: “¿coquita traes tayta?” y yo respondo aliviado: “sí hijo, coquita traigo”, y así se reinició el diálogo. Sucede que yo tenía que haber dicho “coquita traigo, hijo”.
Bueno, finalmente, quiero saludar la feliz iniciativa que han tenido los hijos de Víctor, pues hará posible el reencuentro, después de más de 30 años, con Yola, Lorenzo, Nilo, Roberto, Carlos, Blanca, Tito, Pablo, Gaspar, Teodosio, Aurora, Rosa, Ricardo, Néstor, y, por supuesto, recordar a Sarita, que en paz descanse; y a Víctor, que nos acompañará a la distancia.


Nicanor Jiménez Jaimes, el “Tío Juan”

viernes, 14 de agosto de 2009

La Gallina

De las siete obras publicadas en el libro Teatro Campesino, la primera que escribí fue “La gallina”, desde antes de mi viaje a Huamanga ya la tenía previsto. Porque había una breve nota en el diario El Comercio sobre un campesino que había sido apresado por “robar” una gallina. Claro daba a entender la nota que el animalito era del hacendado. Inmediatamente vi el argumento de una obra teatral y me dije: esa va a ser una obra de teatro, La Gallina. Cuando empecé a escribirla más a menos abril del 65, tuve la necesidad de recurrir al quechua para contrarrestar la cantaleta y la monotonía del castellano limitado con que debían expresarse los personajes campesinos. En la universidad había un alumno de ciencias sociales, muy amigo nuestro, que manejaba muy bien el quechua y que, precisamente hizo el personaje de Campesino en el primer estreno de “La Gallina”. Yo quise aprenderlo pero no tuve tiempo. Sin embargo, lo manejo de cierta manera. Cuando estuve escribiendo la obra pregunté al referido estudiante: ¿Cómo dirías en quechua “mis hijos se pusieron a llorar al ver que venían los policías”? Entonces el me decía: En quechua, literalmente diríamos así: Fuerte con sus ojos ellos mismos empezaron a llorar. Hermosísimo. Y así está en la obra, trasladado más que traducido del quechua. Y así, en las obras, hay muchas frases de ese tipo, que son figuras literarias del quechua puestas exactamente en boca de los personajes. “La Gallina”, se estrenó por primera vez durante el segundo semestre de 1965 en el auditorio de la Universidad de Huamanga. Y en 1970 fue estrenada en una plazuela de San Martín de Porras, cuando ya habíamos fundado el grupo de Teatro Campesino.

Comentarios del autor - Lima, Julio 6, 2008

Escenificación de la Obra la Gallina por la Asociación Cultural Voces y Expresiones representada en el Día Mundial del Teatro 2008

EL GALLO- Premio Nacional de Obras en un Acto (1966)

Obra escrita por Víctor Zavala Cataño en 1965, en Ayacucho, sobre la base del argumento de una película china. Premio Nacional de Obras en un Acto (1966). Estrenada en Lima por el Teatro Universitario de San Marcos y en Huánuco por el Teatro Experimental Universitario (1966). Repuesta por el Teatro de La Cantuta (1967), Teatro de la Universidad de Ingeniería (1968), Casa de la Cultura de Huancayo, Casa de La Cultura de Trujillo, Centro Universitario de Comas, Grupo Farol 20 de Huaraz, Grupo Hontanar de Puquio y muchas otras instituciones de los más variados lugares (San Pedro de Lloc, La Unión, Canta, Ayacucho, Jauja, etc) y de las más variadas conformaciones (aficionados, profesionales, escolares de primaria, estudiantes de secundaria, etc). Esta obra ha sobrado el millar de representaciones.

El Gallo - Apuntes

Después de La Gallina, la segunda obra que escribí para el libro fue El Gallo. En ese tiempo, 1965, llegaban al Perú la revista “China Reconstruye” y el boletín informativo “Pekín Informa”. La Gran Revolución Cultural estaba por darse; entre el 65 y 66 empezó. En una de las revistas encontramos un relato que cuenta una historia sobre la opresión feudal, los campesinos pobres de China antes, claro, de la revolución. Es ese, pues, el argumento de la obra El Gallo. Campesinos pobres y oprimidos a los que se hace trabajar largas jornadas y que cuando canta el gallo tienen que levantarse. El gallo canta cada vez más temprano, siempre más temprano. el terrateniente feudal tiene un “capataz” como lo llamamos acá, que es el que luego del canto del gallo hace levantar a gritos a los campesinos: “levántense flojos, indios perezosos!¡levanten ese cuerpo de piedra! Así es el contrato. El gallo es el reloj. Si demoran perderán el jornal, no les pagaremos nada. ¡Al que madruga Dios le ayuda!”
Estaba en ese tiempo en Huamanga el poeta Antonio Cisneros, quien organizaba coloquios literarios. Trabajó un año en la universidad ayacuchana. Estaba también, durante ese año, un joven director de teatro, Oscar del Risco, quien había estudiado en Alemania y había estudiado en el teatro de Brecht. Ahí cuando empecé a comprender lo que ya había leído de y sobre Brecht respecto al texto teatral brechtiano y a su forma de decirlo en el escenario. Cuando hicimos una obra con Oscar es que entendí mejor cómo era la mecánica y la dialéctica de la puesta en escena de Brecht.
Así, como decía, estuvimos debatiendo todo eso con Antonio y Oscar y un día, después de leer la historia o relato de los campesinos pobres en China, nos dijimos: ¿Qué tal si escribimos una obra de teatro? Ya, pues. En una semana lo podemos hacer. La próxima semana, entonces, tal día, a tal hora, aquí vamos a vernos. Yo empecé a trabajar y salió “El Gallo”. Antonio, le preguntamos, ¿y tu obra? No, no la he escrito. En “El Gallo” yo traté de aplicar algo de las técnicas de Brecht. Y comprendí, por ejemplo, en la propia aplicación de una obra, su idea de lo típico, que es cualquier hecho o personaje históricamente significativo para el progreso de la humanidad, es decir, según Brecht, para el socialismo. Lo hice con personajes campesinos del Perú y con las formas y los medios propios de nuestra realidad.
Esa obra se puso por primera vez en Lima en el año de 1966 y en el teatro La Cabaña por el Teatro Universitario de San Marcos con dirección de Hernando Cortés. ¿Por qué fue montada por el Teatro Universitario de San Marcos? Porque esa obra yo la había presentado a un concurso que convocaron en esa institución sanmarquina. La presenté, ganó el primer premio.
Apuntes del autor Julio 6 del 2008

El Cargador

NOTAS PRELIMINARES A LA SEGUNDA EDICIÓN



En el año de 1969 se publicó (Ediciones Universidad Nacional de Educación) el libro “Teatro Campesino”. En ese volumen aparece, entre otras seis, la obra “El Cargador”. El título parece definir, de por sí, el tema tratado en el desarrollo de esa pieza teatral. Sin embargo, por falta de contacto con nuestra realidad, por falta de conocimiento práctico de la sociedad peruana o, como dice Bertold Brecht, por falta de examen de lo que parece habitual, puede haber, hay, personas para quienes el título, el tema y la consiguiente realidad de “El Cargador” signifiquen poco o casi nada.
Moviéndonos a diario dentro de un sistema social, sin analizarlo, considerándolo estático, justo, acabado; dejándonos llevar sólo por discusiones de aula, escritorio o café; contentándonos con nuestra ración cotidiana de noticias, recibidas a través de la prensa, la radio y la televisión, podríamos, seguramente, podríamos dejar de ver a los personajes, a los actores de nuestro gran teatro social, que están moviéndose en las calles, que están caminando por las plazas, que sudan y gritan en los mercados, que luchan en los barrios pobres, en los suburbios de las ciudades del país; o a los que de mañana a tarde se movilizan en las zonas rurales, en los pueblos y aldeas lejanos, o que, de sol a noche, se levantan y se inclinan en medio de los campos peruanos para encontrar la raíz que alimente sus días. Podríamos, de ese modo, dejar de ver a los personajes que están cruzando nuestra vista y que nos van mostrando, claramente, un real e ineludible estado de cosas.
Así parece haber sucedido, parece suceder, con el caso de esos trabajadores, miembros de nuestra sociedad, que son los “cargadores”. A pesar de que están presentes en casi todas las ciudades del Perú, a pesar de que muchísimas personas solicitan sus servicios, a pesar de que sus enormes cargas y su gran miseria nos golpean la vista a cada momento, a pesar de todo ello, no nos hemos percatado de su realidad humana, de su situación, de su verdadero rostro social.
Decía, por eso, que habiéndose publicado en 1969 la obra “El Cargador”, para muchas personas, especialmente para muchas personas pertenecientes a los medios intelectuales, el título y el tema que en ella se desarrolla parece haber significado poco a casi nada.
Pero “El Cargador” ha caminado ya una breve etapa de su historia. En 1971 coincidieron en la fecha de estreno de sendos montajes escénicos un grupo popular de “El Ermitaño” y un conjunto de estudiantes de la Universidad Inca Garcilaso de la Vega. El elenco de “El Ermitaño” realizó, luego, varias presentaciones en diversos escenarios de la ciudad de Lima y de algunos pueblos jóvenes. En el mismo año, el Teatro Experimental de la Universidad Nacional Hermilio Valdizán de Huanuco, realizó una temporada en esa capital de departamento y viajó a otros pueblos de la zona efectuando representaciones de la obra mencionada. En 1972, un conjunto estudiantil, compuesto por alumnos del Colegio Nacional de Llata, realizó toda una gira cultural llevando “El Cargador” a muchos pueblos de los departamentos de Huanuco y Ancash. También ese mismo año, un elenco compuesto por trabajadores de la fábrica Tecnoquímica de Lima, hizo una breve temporada en Miraflores. El juvenil conjunto teatral “TADEA” estuvo empeñado en realizar el montaje de la obra; de ese intento resultó la versión mimeográfica que se publicó y distribuyó a través de puestos de ventas de revistas y periódicos.
Pude apreciar sólo las tres versiones escénicas de los conjuntos de Lima. Contando con la buena intención y el esfuerzo que ha de haber significado, para los grupos, realizar las puestas en escena, unas más que otras, revelaban la falta de conocimiento de la realidad de los campesinos y de los “cargadores” por parte de los ejecutantes. También evidenciaban un tratamiento equivocadamente dramático y hasta melodramático de la obra, por parte de los directores. Esto último implicaba, entonces, una distorsión general de la estructura de la pieza y de la proyección de su contenido, programados en el texto por el autor.
En cuanto a las presentaciones por elencos de provincias, tengo entendido que no ha de haber subsistido la falta de conocimiento de la realidad de los personajes. Tal vez haya fallado un tanto el aspecto técnico. No perdemos las esperanzas de ver alguna de esas versiones que, generalmente, se caracterizan por la sinceridad y la fuerza propias del pueblo en acción.
Teatro Campesino, grupo independiente, fundado en 1970, con amplio trabajo teatral realizado en el campo y la ciudad, a nivel popular, a través de los diversos tipos de organizaciones de masas (sindicatos, asociaciones culturales, entidades, colegios, escuelas, universidades, etc.) estrenó la obra “El Cargador” el 1 de mayo de 1972, en la ciudad de Ayacucho. Entre los mil espectadores que, aproximadamente, asistieron a ese acto, estuvo presente un buen número de auténticos “cargadores” ayacuchanos. Ellos y todo el público siguieron en un estado de vibración continua, en alerta palpitante, cada una de las escenas de la obra y aplaudieron –muchísimas veces- cada frase o secuencia en las que ellos encontraban los pensamientos más importantes del contenido de la misma. Para mi experiencia como autor de la obra, para mi desarrollo como actor y director de esa versión escénica, el hecho fue verdaderamente extraordinario. Y todos los miembros de Teatro Campesino sentimos, a través de nuestro trabajo, aquella sinceridad y aquellas fuerzas populares de las que hablaba líneas más arriba. Al final cantamos con el pueblo las estrofas de la “Pirhualla Pirhua”.
Llevamos a cabo, luego, alguna breve temporada en el local de la Sociedad de Autores y Compositores del Perú, en el distrito de El Rímac. Desde allí, desde ese acogedor teatrín de la avenida Francisco Pizarro, donde, gracias a SAYCOPE, preparamos nuestro trabajo, hemos partido muchísimas veces a otros lugares. Por diferentes motivos, son dignas de mencionar las presentaciones de la obra “El Cargador” que realizamos en Morón, en Casapalca, en Huaraz, en Huayobamba, en Jicamarca, en las minas de Jicanca, cerca de Huaraz, o, hace poco, en Chiquián. En torno a cada función teatral hemos recogido valiosísimas experiencias, unas positivas y otras negativas, respecto al desarrollo de nuestra tarea en el seno del pueblo. Pero los éxitos no nos envanecen ni los fracasos nos desmoralizan. Estamos avanzando, eso es lo importante. “El Cargador” es una de las obras del repertorio permanente y una de las más solicitadas por las organizaciones de masas que se acercan a Teatro Campesino.


Chosica, setiembre de 1973
Víctor Zavala Cataño