sábado, 2 de abril de 2011

Libertad para el fundador del TEATRO CAMPESINO

20 años de prisión por sus ideas
Danilo Sánchez Lihón




“Hay que luchar porque en la tierra un nuevo día amanezca"
  Víctor Zavala Cataño

LA VISITA




A.
Hoy, 27 de marzo del año 2011, Día Mundial del Teatro, decido visitar en el penal Miguel Castro Castro, que es una de las temibles prisiones del Perú, ubicada en el extremo este, en donde termina el tablazo de Lima y comienzan los cerros inhiestos de roca, cascajo y neblina, a Víctor Zavala Cataño, un hombre de teatro, dramaturgo, actor, profesor universitario y artista legendario, quien desde hace veinte años sufre prisión continua, como preso político.

Hacerlo es como tocar una fibra honda y herida, triste y a la vez apasionada, de lo que es el Perú dulce y cruel. Es sentir en carne viva el drama y la aventura del anhelo de forjar un Perú distinto, con impaciencia y descalabro, con indignación sacrosanta de sublevarse ante tanta miseria y ante tanto miserable.

Mientras llego en el ómnibus por calles polvorientas, recuerdo la espectacular y admirada puesta en escena de su obra “El gallo”, por el director teatral Hernando Cortés, en un escenario emblemático y central como el de La Cabaña, allá por la mitad de los años 60.

B.
Víctor Zavala Cataño realizó la proeza que en el escenario antes reservado para la alta aristocracia de las letras limeñas, que tiene sus aires, sus gestos y sus bucles, que selecciona con sutil refinamiento sus temas y hasta los moños de la gente, ahora lo veamos inundado de ponchos, chullos y lampas. Y del modo de hablar, candoroso y jocundo, de la gente del ande, de peones, labriegos y cargadores de bultos también con su dejo, una homérica popular pisando firme en las tablas, antes reservadas para lo áureo, nobiliario y que supiera a blasonado.
¿Qué portento ha ocurrido para que de la noche a la mañana esto cambiara? Con obras en donde los campesinos eran inicialmente maltratados, pero pronto terminaban reivindicando sus derechos, venciendo, aporreando a sus verdugos y avizorando la aurora para un país victorioso que inauguraba un tiempo nuevo de justicia e igualdad.
Esta proeza se debía a un hombre que puso calidad en el teatro y que impuso una óptica y una propuesta ideológica distinta. Logró darle a la escena peruana de la década del 70 y 80, una fisonomía como no se había visto nunca antes: hacer que las grandes salas, los grandes actores y los grupos de teatro atildados, profesionales y galantes hicieran teatro campesino. Una hazaña y un territorio liberado sin que se hubiera disparado una sola bala ni que hubiera bajas entre muertos y heridos.
C.
Alguna vez lo vi fugazmente acompañado de Luis Figueroa en el bar El Palermo, acompañado de dos hermosas damas, de hermoso color capulí, y ojos arrobados. Hasta en eso era distinto.

Era un artista de éxito, consagrado y quien ya podía vivir de prebendas y halagos, si lo hubiera querido. Podría haberse convertido en un señorito, o en un señorón; en áulico del poder, medrando agazapado en las academias o en los mostradores de los medios de comunicación.
Tenía para eso condiciones y estampa, que no lo tienen otros que sin embargo no han tenido escrúpulos para allegarse y ser rastreros. Él prefirió otros caminos, abruptos, peligrosos y hasta mortales.

Eso sí, me conmueve el sacrificio de una obra de arte que pudo ser más amplia, contundente y transformadora para el Perú de base. Me conmueve ¡veinte años en prisión!

Me conmueve el drama de una familia: esposa, hijos, nietos, que sin duda toda su vida han visto a su padre o ubicado a su ser querido en una prisión. Me conmueve esa dimensión de leyenda que él tiene.

Me conmueve y fortalece su coherencia, su tajancia y su renuncia. Porque todo su teatro arribaba al resultado que él ahora padece y este ser consecuente emociona.
D.

Y me resulta increíble pensar que en estos tiempos haya escritores que sufren cárcel, desde hace veinte años. Creía ingenuamente que eso ocurría en épocas bárbaras, oscuras y primitivas, en que se encarcelaba a los escritores y artistas y se les hacía sufrir mil calamidades. Pensaba que eso ocurrió pero en épocas arcaicas y remotas.

Pero heme aquí ya conversando con él, en la biblioteca del pabellón 2A del penal de máxima seguridad del estado, el Miguel Castro Castro. Encuentro en él a un ser dulce, humano, cordial, claro en sus ideas, sin cortapisas ni ambages.

Encuentro en él a un ser convicto y confeso no de crímenes sino de ideas. Encuentro en él a un ser convencido, que piensa que si la vida hay que sacrificarla por las causas justas del pueblo, he ahí la inmolación. He aquí un ser cabal y un hombre íntegro.

LA ENTREVISTA

1.
– Víctor, ¿hace qué tiempo sufres prisión?

– Primero fue un año, de 1987 a 1988, para después volver a ingresar el año 1991 hasta ahora, que es veinte años continuos, que sumados hacen 21. Antes estuve en el penal de Yanamayo, a 3,800 metros de altitud, que es una cárcel gélida e inhumana en el departamento de Puno.

– ¿Y, cómo te sientes?

De acuerdo al diagnóstico, acerca del estado de mi salud, debería estar postrado, sin levantarme de la cama. Padezco de diverticulitis al colon, que es previo al cáncer. En su estado actual es una enfermedad feroz y agobiante, con la cual la vida se torna en una pesadilla y en un desastre, porque postra y limita. Debieran operarme, pero entiendo que el propósito es matarme, no recibiendo la atención médica debida. Y, de otro lado, padezco de los ojos; con uno puedo ver un 50 por ciento y con el otro peor, veo apenas la cuarta parte y que esta dolencia también está pendiente de operación. Sin los ojos no puedo leer ni escribir que es lo que más me apena.

– ¿Y la parte anímica, Víctor?

– Firme, sólido, invencible. Sé que la vida es un proceso que abarca nacer, crecer y morir. Eso lo entiendo. Todo es una evolución.
2.
– En estos veinte años, estando aquí preso, sintiendo la injusticia y la impotencia, ¿has llorado?

– Jamás. Yo estoy de pie, incólume. Nada me ha vencido, nada me ha doblegado. Estoy enfermo, es cierto, pero esa es la naturaleza de la vida, siendo la intención de mis captores, y de quienes quieren que yo sufra, la de matarme de ese modo, dejando que la enfermedad melle mi cuerpo. Pero mi espíritu es luchar.

– ¿Te sientes culpable de algo?

–De nada. Yo no inventé la pobreza ni la miseria de mi país. Yo las he encontré aquí arraigadas desde hace siglos. Lo que no puedo ser es insensible ni indiferente a ella. He escrito y he denunciado la explotación del hombre por el hombre y los abusos, aspirando un mundo mejor para mi pueblo. No soy un desquiciado. Lo son aquellos que piensan que la miseria es normal, que hay que convivir con ella. Que a unos les ha tocado ser pordioseros y víctimas y a otros adinerados y victimarios. Quien piensa distinto a ese modelo no es ni loco, ni extremista ni un ser delirante o desquiciado. El que se rebela contra la pobreza atroz e infame es más bien un ser moral. Mi teatro y mi arte no podían ser indiferentes a este hecho.

3.
– ¿No sientes, acaso, que has sacrificado tu vida, tu arte, tu familia, tus amigos y toda tu realización personal?
– Si debo pagar con mi vida, y con otras exigencias y abnegaciones esta protesta y posición, está bien, entonces pago esa cuota y sacrificio. Y lo dejo como herencia esta oblación a las nuevas generaciones.

– ¿Qué se te imputa?
– Crímenes que jamás he cometido. Me dieron pena como dirigente máximo. Y cuando a alguien se le coloca en ese nivel, ya no se le juzga sino que solo ya se le condena. Y simplemente se le hace cargo de todo, achacándole lo mínimo y lo mayúsculo. Por eso yo no he sido juzgado sino simplemente condenado.

– Estar en la cárcel, teniendo tanto qué hacer, es una condición que debe ser explosiva. ¿Es así?
– Jamás he lanzado un quejido ni menos me he retractado de sentir y pensar como siento y pienso, ni mucho menos me he arrepentido de nada.

4.
– ¿Qué es para ti el Perú, Víctor?
– El Perú es una propuesta a cumplir, un desafío. Es un país convulso, hermoso y formidable, que tiene que reencontrar su porvenir y su grandeza. En cualquier momento el Perú volverá a ser magnífico, en la medida en que haya organización de las masas y conciencia social en el pueblo que se desarrolle en el contexto de nuestra cultura, que es pujante y asombrosa.

– ¿Y la actual situación, que te parece?
– Esto va a cambiar. Mi visión del Perú es una visión del futuro. Hay fuerzas ocultas que anuncian grandes cambios y transformaciones. Los sucesos de Bagua y Moquegua así lo atestiguan y nos dan muestra de una nueva conciencia en sectores que antes no se hubiera imaginado que lo tuvieran, como las comunidades nativas. ¿De dónde han extraído esas lecciones? Esto va a cambiar, tiene que cambiar. Ya lo vemos que está cambiando, cuando las poblaciones salen al frente a defender sus tierras, el agua de sus acequias y sus derechos en general.

5.

¿Cómo nació tu afición por la literatura?
– En mi comunidad, libro que encontraba era libro que leía, devoraba todo. Texto que cayera en mis manos lo asimilaba. Mi hermano que ya estudiaba en Lima me envió “La madre”, de Máximo Gorki, que me fascinó tanto que lo leí varias veces, y me dio un rumbo muy claro para lo que yo quería hacer y escribir.

– Y ¿lo primero que escribiste?
– Fue una obra de teatro escolar, que era una recreación del cuento Paco Yunque de César Vallejo. Se presenta a un maestro leyendo a sus niños aquel relato, pero ahí en su clase están todos los personajes del cuento: Humberto Grieve, Paco Fariña, todos. Al final de la lectura Paco Yunque rompe a llorar inconsolable, sollozando de sentimiento, pero todos lo consuelan y lo alientan, diciéndole: ¡No llores Paco Yunque! Es una obra muy simple, pero a la vez muy enternecedora. Es como imaginar todo lo ocurrido en el Perú, que alguien nos lo cuente, vernos involucrados en ello, llorar y que alguien nos consuele. Ganó el Concurso de Teatro Escolar que organizaba el Teatro Universitario de San Marcos, que dirigía el profesor Guillermo Ugarte Chamorro.
6.
– Y ¿cuál crees que es la razón para que el teatro campesino que tú propusiste, creaste y le diste camino, haya tenido tanto impacto e influencia?
– En él se juntaban muchos factores. Por ejemplo, en aquel tiempo el teatro era un discurso hacia adentro, un alegato más bien psicológico. El teatro campesino en cambio es un discurso hacia afuera, hacia el problema social. Todo sale de adentro hacia afuera. Borramos la idea de escenario, de local y de tabladillo. Al final lo presentamos en la calle, en el suelo, en el llano; a veces en una hondonada, con los campesinos alrededor, sentados en los cerros, haciendo nosotros varias funciones al día, pero los de la primera función no se querían mover y veían la segunda y la tercera vez, causando aglomeraciones. Fue época de muchas salidas a provincias. Mi obra “La yunta”, por ejemplo se estrenó en las alturas del centro del Perú. Y nos dimos el lujo de citar mediante boletines de prensa, que publicaron los periódicos, a su estreno en Ahuac, en Huancayo. Como es lógico nadie llegó, salvo Jorge Acuña que la hora en que salíamos a actuar entró gritando: “Aquí estoy, ah” “Aquí estoy, ah” “¡Que conste que he venido desde Lima, ah!”. Tuvo que trepar la cordillera de los andes para asistir al estreno de la obra.

7.
– Marcó mucho, ¿no es cierto?
– Habían tantos grupos de teatro campesino que se creó una Federación Nacional de Teatro Popular y que era en realidad de teatro campesino. En el Festival de Teatro del año 1981 en Cerro de Pasco, de treinta grupos, 18 eran de teatro campesino, tanto que un comentarista del exterior dijo: “¿Tanto poncho y tanto chullo en el teatro peruano?”

– Ahora, ¿a qué te dedicas?
– A escribir y leer, aunque ahora seriamente limitado por este problema de los ojos, sin que pueda hacerlo como antes. He escrito mucho. Tengo obras por publicar. Tengo ahora una visión panorámica de muchos hechos y cosas.

– Y la familia, ¿bien?
– Toda mi familia está íntegra, indemne e indestructible. Y esto ocurre cuando los motivos por los cuales se sufre cárcel son de conciencia. En un preso común la familia acaba el día en que se entra a la cárcel. Lo sé porque converso con gente de otros pabellones. En un preso político, como yo, la familia permanece fiel e intachable. Por ejemplo, estando en Yanamayo, que es puna, con un frío gélido, y para llegar al cual hay que hacer un viaje de varios días, hasta ahí sin embargo iba a verme mi familia, cuando la visita duraba únicamente treinta minutos. Y era después de 15 días.
8.
– ¿Sufriste escaseces y privaciones en tu infancia?
– Yo me rebelo no por haber sufrido privaciones sino por ver sufrir a los demás. Yo soy de extracción campesina, pero de comunidad y de condición media. Mi padre tenía tierra y toros para arar los campos, lo cual otorga una posición. El único resentimiento que guardo es que nos castigaba a sus hijos como un gamonal a sus peones, hasta un día en que mi madre, que era dulce y pequeña, se le cuadró y él retrocedió. Pero cuando voy a trabajar a Huamanga, a dirigir el teatro de la universidad, salíamos todos los fines de semana a la parte rural y ahí veía cuadros desgarradores de miseria extrema. En una de esas tantas ocasiones encontramos en plena puna una covacha donde vivía un campesino con sus cuatro hijas, enfermas todas de tuberculosis. La madre había muerto escupiendo sangre y todos ellos también estaban afectados y lo hacían, tanto que parecían cadáveres. Sin embargo, porque así es el campesino, nos ofrecieron su comida. Nadie aceptó, por su puesto. Pero, yo sí. ¿Qué era? Agua con unas cebadas flotando, con una pizca de sal, su comida de todo el día. Prácticamente nada. Ni una papa, ni un maíz. Yo cogí el plato que me sirvieron y lo devoré, como un juramento, como una promesa, como una inmolación. Era como morir, ir directo al hospital o al panteón. Fue mi elección. Pero estaba con ellos, asumiendo y compartiendo su destino. Lo contrario hubiera sido limitarme a mirarlos y tenerles compasión. Ahí asumí hacerme carne y aliento de su destino, junto a ellos.


PROPUESTA

A.
En el momento de despedirnos Víctor quiere acompañarme hasta la puerta final del pabellón, y así lo hace. Me presenta a todo compañero que encuentra a su paso. Y me conmueve la deferencia y el respeto con que me trata, su cariño y su distinción. Porque, yo me digo: ¿quién soy para una persona como él, que lleva veinte años preso?
Ya afuera, siento para mí este día como decisivo y memorable. Y se me hace muy nítido que la literatura no solo son textos, sino las imágenes fascinantes y legendarias de la vida de los autores. Para apreciarlo basta sintonizar con algunos pasajes del acontecer vital de César Vallejo, José María Arguedas, Ciro Alegría, José Carlos Mariátegui, vidas de titanes y gladiadores de fábula.

Respecto a la trayectoria de Víctor Zavala Cataño la encuentro solo comparable a la vida de Guamán Poma, aquel indio lacuaz, irredento, quien nació el año en que los españoles ingresaban al Perú, perdió toda su hacienda por escribir con su sangre una denuncia, arriesgando su posición por su afán justiciero, que le deparó ser perseguido, encarcelado y finalmente olvidado. Encuentro en él la misma pasión, la misma pertinacia y el mismo delirio en cuanto a su adhesión a los desposeídos, a su proeza creativa, al sacrificio de su vida y a su aureola mítica.

B.

Solo falta una página por agregar en esta vida legendaria. Y es: que salga libre por acción de quienes desde el arte, las humanidades y el civismo, podemos solidarizarnos con la gestión, el reclamo y el compromiso que pongamos en ello.

Para que quede en la historia que el pueblo organizado pudo romperle sus cadenas, en honor al teatro que hizo o hace, a la obra grandiosa que alcanzó a realizar, no solo por la calidad inmensa que tiene como documento estético, sino por su autenticidad, su repercusión y su moral profunda. Hagamos que las generaciones nuevas y las del futuro, con las páginas que él ha escrito en su obra y en su vida, se llenen de orgullo y fortaleza.

Y que sepan que es designio de los escritores no poder callar. Que escriben, declaran, proclaman. Y en eso su vida entra en peligro y corren riesgos y padecen cárcel. Pero qué hermoso es ver la coherencia entre lo que se escribe y se paga con la vida; considerando que los escritores son francotiradores del verbo, de la palabra y de las ideas, no de balas, ni de bombas ni de morteros. No es su ejercicio ni dominio las mortíferas armas de guerra, sino aquellas que crean vida y abren nuevos horizontes como él los ha abierto.

C.

Como movimientos culturales, como intelectualidad alerta, como generación histórica sensible y consciente, breguemos porque salga a curarse, a concluir y consolidar la gran obra de teatro campesino, legado y patrimonio del Perú eterno, en el cual está agregando a la calidad estilística el ejemplo de ser consecuente, al solidarizarse con lo más dolido y sufrido del Perú.

Porque hay algo más que ser célebres y es ser hombres de conciencia; hay algo más que los éxitos y son los principios; y hay algo más que la calidad literaria y es ser coherentes con una realidad dramática como es el Perú. Y todo esto es pedagógico, educativo y formativo de conciencia social.

Quedará en las páginas indelebles del Perú que el autor del teatro campesino sea liberado. Y, a la inversa, quedará como un baldón y un bochorno que él fenezca y no hicimos nada por defenderlo. Porque de lo que sí estoy seguro es que él quedará como una página proverbial, como el paradigma de un escritor encarcelado por sus ideas. Y que todo esto lo sufrió por ser fiel al pueblo, a aquel Perú pendiente por redimir, el de los pobres y desposeídos, siendo su coherencia un valor nacional que la sociedad del futuro lo sabrá reconocer.

D.

Él ya hizo su parte, ahora corresponde que nosotros hagamos la nuestra, reclamar que él salga libre a curar sus enfermedades, porque esa es una razón mínima de Derechos Humanos que nos corresponde por ser inherentes a la especie humana.

Que salga libre y culmine su proyecto creativo y que el teatro campesino tenga su corolario, como la mejor épica teatral del Perú de la segunda mitad del siglo XX, que se sustenta además en las legítimas aspiraciones de ser un país más justo.

Seamos y hagámonos grandes en esta página de la historia, en razón del glorioso teatro campesino que él delineara y dejara como una realización para el Perú y América, ya que dicha expresión se forjó aquí, irradió aquí y gracias a un hombre proveniente de una comunidad campesina, la de Huamantanga.

En razón de todo ello, solicitemos el indulto para Víctor Zavala Cataño, pidámoslo en razón del centenario de José María Arguedas.

Hagamos en tal sentido una movilización, dada la situación delicada de salud en que se encuentra, para que la historia sea compasiva no con él sino con nosotros. Y que en la Tierra y en el Perú, como él lo expresara: “un nuevo día amanezca”.

Texto que puede ser reproducido citando autor y fuente

Teléfonos: 420-3343 y 420-3860

planlector@hotmail.com

inlecperu@hotmail.com

daniloydanilo@hotmail.com

viernes, 13 de noviembre de 2009

Mesa Redonda

Seguimos conmemorando los 40 años de publicación del libro Teatro Campesino y con ello logrando un reconocimiento al dramaturgo Víctor Zavala Cataño.

Mesa Redonda: 40 Años de Teatro Campesino en el Perú.

Día: 16 de Noviembre 2009
Hora: 7:00 pm
Lugar: Auditorio de la facultad de letras de la  Universidad de San Marcos (UNMSM )

Panelistas.  Reconocidos estudiosos e investigadores del Teatro Peruano
  • Rafael Hernández
  • Ernesto Ráez
  • Alberto Villagomez
.
Moderadora:
  • María Elvira Zavala, actriz y profesora de Arte Dramático.

domingo, 1 de noviembre de 2009

Exitosa celebración de la ceremonia de 40 Años de Conmemoración del Libro Teatro Campesino

Con mucho éxito se realizó la ceremonia de conmemoración de los 40 años de publicación del libro Teatro Campesino del dramaturgo peruano Víctor Zavala Cataño. Este evento cultural fue un reconocimiento y homenaje a este artista y dramaturgo que impulsó el teatro popular en nuestro país.


La ceremonia se inició con la presentación de un video que mostró la semblanza del autor y los comentarios especializados de Hernando Cortez, Rafael Hernández, Reynaldo Arenas y César Vega Herrera quienes opinaron sobre el Teatro Campesino y el aporte de Zavala a la dramaturgia peruana. El reconocido literato Oswaldo Reynoso analizó también la participación de Zavala dentro de la literatura y comentó su libro Color de la Ceniza y Otros Relatos.

La actividad contó con diversos grupos de teatro que representaron algunas escenas de las obras contenidas en el libro Teatro Campesino como El Cargador y La Yunta, representadas por estudiantes de arte dramático dirigidos por las profesoras Janet Gutarra y Rocío Ántero Cabrera, respectivamente. Para sorpresa de los asistentes, dos miembros del Grupo Teatro Campesino - fundado y dirigido por el mismo autor en 1970 - representaron una escena de la pieza teatral El Arpista.

Un elenco conformado por cinco niñas dirigidas por Lorenzo Zavala, escenificó la obra de teatro para niños La Hormiga y la Cigarra, cuento peruano adaptado para el teatro por Víctor Zavala.

Las notas melodiosas estuvieron a cargo de la cantante Margot Palomino, quien interpretó las canciones incluidas en las obras El Collar, La Yunta y La Gallina; y del arpista Fernando Gutiérrez, músico que llegó desde la Comunidad Campesina de Huamantanga, lugar donde nació Víctor Zavala.

Se hicieron presentes también Aureo Sotelo, Ernesto Ráez y el grupo Inti Pacha
Así, una numerosa concurrencia conformada por teatristas, literatos, amigos, familiares y público interesado conmemoró los 40 años de publicación del Libro Teatro Campesino.


AQUÍ LAS IMÁGENES DEL EVENTO


Pase el cursor por la fotos para leer las leyendas.






Con motivo de cuarenta años de la publicación del libro Teatro Campesino

ALGUNAS BREVES REFLEXIONES


El hecho de haber escrito las obras del libro Teatro Campesino, publicado en 1969, es parte y producto de un proceso de histórico-social dentro del cual se generó un conjunto de sucesos y circunstancias que, actuando como factores – unos más decisivos que otros- incidieron en mi zigzagueante y prospectivo recorrido vital para arribar a, en un momento determinado, al cumplimiento de ese específico objetivo.
En apretada síntesis podemos enumerar dichos factores histórico-sociales de la siguiente manera:

1. El haber nacido y vivido enraizadamente hasta los catorce años en la “comunidad indígena” de Huamantanga, provincia de Canta, departamento de Lima, Perú, me dio la primera visión del mundo y el aprendizaje de mi primera práctica social con una base propiamente campesina.


2. A los catorce años de edad comencé los estudios de educación secundaria en la ciudad de Lima y ya en el tercer año de dichos estudios se definió mi inclinación hacia la literatura, la misma que se consolidó como vocación literaria y artística durante los estudios superiores para optar el título de profesor de lengua española y literatura. En ese lapso de estudios, leí muchas obras de poesía, de narración (principalmente novelas) y una gran cantidad de obras de teatro. Fue así que en 1956 respondí a la necesidad de estudiar teatro e ingresé a la Escuela Nacional de Arte Escénico y en 1960 recibí el título de actor en el Instituto Nacional de Arte Dramático, especialidad que, a falta de dramaturgia, me di a estudiarla con la idea de que así podría “conocer el teatro desde adentro”.

3. En el año de 1964 fui llamado a la Universidad Nacional San Cristóbal de Huamanga para ejercer la función de Director de Extensión Universitaria y, a su vez, la de dirigir el Teatro Universitario de Huamanga. Este fue un hecho que cambió mi perspectiva respecto al teatro, para no hablar de los saltos en otros aspectos de mi desarrollo como intelectual y la apertura de mis ojos a la realidad política del país y del mundo.
Es en estas circunstancias que empiezo a escribir las obras de Teatro Campesino. Anteriormente (1958-59) había escrito una pieza teatral El Trueno sobre el Risco que, si vemos bien, es la primera que hice con el tema del campesinado que yo conocía desde niño. Pero la realidad de la ciudad de Huamanga, con una mayoría poblacional y transitoria de campesinos, y el conocimiento itinerante que aprendí yendo a los diversos pueblos del departamento de Ayacucho, profundizaron la necesidad de reflejar esa parte profunda del campesinado del Perú. Es allí de donde nacen los personajes del libro y la forma teatral y de lenguaje hablado de dichos reflejos escénico – teatrales.
Más: mi estadía de dos años en Ayacucho (64-65) coincidió con la segunda gran ola del movimiento campesino en el Perú, la misma que alcanzó una dimensión de quinientos mil campesinos moviéndose en la región centro-sur de la sierra peruana y que empuñaban en alto sus luchas en defensa de sus tierras y sus reivindicaciones más sentidas. Es decir, que Teatro Campesino responde, pues, a esa realidad social de lucha contra la opresión y la explotación de un sistema semifeudal y semicolonial más la tercera montaña del capitalismo burocrático. Ese es, como se puede constatar en dichas obras de teatro, el tema, el tono, el color, el sonido y la perspectiva de esa realidad.


4. Teatralmente: cuando llegué a Huamanga (1964) constaté que la formación dramática y escénica que había recibido no encajaba para reflejar la realidad de esa zona de Ayacucho y del Perú. Entonces recurrí a sacar lo mejor que la dicha formación teatral me podía dar. Y eso fue la aplicación de mi aún no clara comprensión de la brechtiana y de su técnica escénica. Pero fue precisamente en ese aspecto –el enfoque escénico- en que no avancé más a fondo y me quedé con recursos no muy pertinentes para un teatro popular en el Perú. Esta cuestión fue subsanada con el montaje de las obras que hicimos con el Grupo de Teatro Campesino, prácticamente obligados por la necesidad de presentar las obras en escenarios no convencionales sino, más bien, en cualquier lugar o espacio donde podíamos movernos frente a un público precisamente no teatral.

5. Se puede debatir, se ha debatido y, posiblemente se seguirá debatiendo sobre la cuestión de Brecht – Teatro Campesino. La respuesta es: en la realidad del pueblo peruano no se puede, ni se debe, tomar a Brecht tal cual su teoría y su técnica teatral y escénica. El problema se resuelve no con aplicación al pie de la letra, sino como aplicación creadora de lo que sirve y encaja a/y en la realidad social de las grandes mayorías del Perú y de Latinoamérica, tomando lo principal que hizo B. Brecht: aplicar la dialéctica científica al arte teatral.
Finalmente, es para mí un motivo de profunda y gratísima emoción de pueblo el hecho de que se haya plasmado algunos actos de rememoración de los cuarenta años pasados desde la publicación del libro Teatro Campesino. Es prueba, pienso, de las buenas huellas de ese paso que se dio en 1969, dentro del movimiento artístico teatral, para reflejar la realidad del campesinado peruano como parte del pueblo, el mismo que ha marcado un pequeño hito en el recorrido de quienes, día a día, nos preocupamos en poner el arte al servicio de las grandes mayorías populares que crean y lo hacen todo y que día a día con su inagotable brega hacen la historia. Por eso, reitero, vibro con emoción franca en esta especial y hermosa ocasión, generada por todos quienes, de una u otra manera, han participado para organizarla y hacerla realidad palpitante de cariño y de reconocimiento ante lo que, pequeñito o grande, es muestra de servir al pueblo de todo corazón. Resalto y hago presente el esfuerzo de mis hijos, particularmente de mis hijas Yrma Yoly y María Elvira, así como de mi compañera Yolanda Margarita, para quienes echo a volar campanas de alegría y satisfacción inauditas hasta ahora en este ya largo recorrido de mi vida. Cálidos saludos y abrazos a quienes han asistido a este encuentro de arte y cultura nuestra. Digo ¿nos veremos en cincuenta años? Y relevo lo oportuno y necesario de este gesto social en medio y a pesar de mi actual situación y condición en que vivo y brego por los más altos ideales del pueblo y de la humanidad en el mundo.

Gracias.
Canto Grande, octubre de 2009.

jueves, 15 de octubre de 2009

Ceremonia de Conmemoración 40 años de Teatro Campesino en el Perú


Han pasado 40 años desde que se publico por primera vez el libro TEATRO CAMPESINO del dramaturgo Víctor Zavala Cataño. Este libro representa dentro del teatro nacional el inicio de una corriente que enfatiza en el compromiso social del arte y en la necesidad de incorporar al campesino peruano como personaje del arte escénico.


“ … El teatro es la isla a la que la imagen del trabajador agrario no ha podido arribar aún. O cuando ha llegado no ha sido él mismo, sino un fantoche, un “indio”, un “serrano”, un “cholo”, un “animal”, en fin dentro de una concepción despectiva de su realidad. La verdadera faz del labrador agrícola, llena de contrastes, frustraciones, sufrimientos, protestas contenidas y esperanzas, no ha sido iluminada por los dramaturgos.”

Teatro Campesino contiene siete obras teatrales; en cada pieza escénica se expone, una denuncia y se ensaya, además, una crítica respecto a la condición social del campesinado peruano. Técnicamente las obras de Zavala, se sustentan en una conjunción artística de medios, donde se incluye el monólogo, la pantomima, la danza, el canto, obtenidos de las propias manifestaciones populares.

Las obras han sido y siguen siendo escenificadas por grupos de artistas y aficionados que al igual que el grupo fundado por el mismo autor en 1970 llevan el Teatro Campesino a las plazas, coliseos, calles y comunidades de todos los rincones del Perú.

En conmemoración a los 40 años de publicación de Teatro Campesino y en reconocimiento a este notable hombre de teatro se realizará una ceremonia cultural que incluye en su programa una corta representación teatral de las obras publicadas en el texto original de 1969.

En la ceremonia, reconocidos literatos, actores y directores teatrales brindarán sus testimonios y opiniones sobre el aporte del libro a la historia del Teatro Peruano.

Este evento cultural se llevará a cabo el 28 de Octubre de presente, a las 7 de la noche en el auditorio de la Asociación de Artistas Aficionados, Jr. Ica 323 Lima – Cercado.

sábado, 15 de agosto de 2009

Sobre los propósitos de este Blog

Bienvenidos:
Para quienes despierta el interés sobre el tema de este blog, les contaremos que estamos conmemorando los 40 años desde la primera publicación del libro Teatro Campesino del dramaturgo peruano Víctor Zavala Cataño (1969 - 2009). Creemos que esta, es una excelente oportunidad para revalorar la propuesta de Víctor Zavala que representó en el teatro peruano una corriente importante y un gran aporte a la cultura popular.
Este espacio nos permitirá difundir las obras, documentar, publicar comentarios y ensayos sobre el mismo; y - como testigos cercanos – relatar algunos aspectos de la trayectoria y labor del grupo de Teatro Campesino que recorrió gran parte del territorio peruano escenificando las obras de Víctor Zavala.
Esperamos cumplir con nuestro cometido y con ello lograr un justo homenaje a nuestro padre.
Yrma, María Elvira, Víctor Manuel, Silvia, Iris y Carlos Cesar.


Una Tecnológica conversación

Antes era “tirar una botella al mar”. Y, de llegar, el mensaje llegaba –a pulso de puro azar- a algún lugar, no ciertamente establecido, y para ser recogido por alguien que pudo topar con la botella y con la probabilidad de asumir o no asumir el requerimiento o auxilio necesitado.

Hoy, la cuestión es fijar un punto en el océano cibernético para que pueda ser ubicado, desde cualquier lugar del mundo, por quien, al igual que miles, busca estrellas en el firmamento de la cibercomunicación. Y todo, gracias a unas cuasi mágicas señales literales que laten invisibles en el inmenso movimiento del éter cibernético.

Este es el caso de esta ventanilla. Tiene un cartelito en el cual está inscrito el contenido de esta tecnológica conversación: Teatro Campesino.

Soy Víctor Zavala Cataño. He publicado algunos libros: Teatro Campesino, Teatro Popular, Teatro Infantil y – lo principal- he caminado costa, sierra y selva del Perú con la puesta en escena de cada una de las obras en tales volúmenes insertadas. También he publicado Color de la Ceniza y Otros Relatos y unos que otros poemas en revistas diversas. Otros textos literarios y teatrales quedaron casi prestos a ser publicados y otros más fueron allanados, requisados y perdidos dentro de los avatares políticos que he venido y sigo enfrentando.
Mi situación actual (la de ser prisionero político social ya más de diecisiete años) me permite –así sea limitadamente- ingresar a estos ámbitos de comunicación sólo gracias a la hermosa preocupación y al empeño de mis familiares, los mismos que ejecutan la parte práctica y la administración de los medios de los que aquí no me es dado disponer.
Víctor Zavala Cataño
Penal Canto Grande 2009

Introducción al libro Teatro Campesino 1° Edción . 1969

INTRODUCCIÓN
El campesino peruano no ha ingresado como personaje al teatro nacional. La novela lo ha acogido hace mucho tiempo, la poesía ha recogido sobre todo sus quejas y hasta el cine ha pintado ya, con cierto colorido turístico, el ambiente indígena del hombre de campo peruano.
El teatro es la isla a la que la imagen del trabajador agrario no ha podido arribar aún. O cuando ha llegado no ha sido él mismo, sino un fantoche, un “indio”, un “serrano”, un “cholo”, un “animal”, en fin dentro de una concepción despectiva de su realidad. La verdadera faz del labrador agrícola, llena de contrastes, frustraciones, sufrimientos, protestas contenidas y esperanzas, no ha sido iluminada por los dramaturgos. Nuestro teatro ha incidido principalmente en la conducta de la pequeña burguesía de la ciudad. Los personajes del pueblo, especialmente los del campesinado, no han podido subir a escena todavía
Con la presente primera serie de siete obras se intenta poner el arte teatral al servicio de la clase mayoritaria, a la que pertenecen los campesinos de la sierra peruana; se trata de recrear, en esa formidable plataforma que es el teatro, la vida de un aparte de la masa popular. En cada pieza escénica se expone, por eso, una denuncia y se ensaya una crítica respecto a un conjunto de situaciones derivadas del sistema social en el que los protagonistas se movilizan. Se plantean, asimismo, algunas ideas referentes a la obligatoria, necesaria y verdadera solución del problema sociopolítico del país. Este libro es el primer impulso de una corriente que ha demostrar la urgente y perentoria exigencia de quienes, en el campo o en la ciudad, se levantan muy mañana para trabajar mucho y comer poco.
Estas obras han sido escritas no solo para la lectura, sino para la representación. Representación que puede realizarse en la más completa sala teatral, o –y eso es lo importante- en cualquier coliseo, plaza, calle o lugar donde haya espacio, público y avidez para efectuarla. Se ha utilizado para ello, un mínimo de personajes –vale decir de actores- se ha prescindido de los decorados, se ha evitado complicar las acciones y se ha obtenido así una “historia” lineal, breve, sencilla, y directa. General mente la “historia” se ha construido sobre la base de un hecho más o menos verídico y su narración se ha encargado a personajes sin mayor carga psicológica individual con el fin de dar fuerza a la voz común, múltiple, del grupo social al que representan. Aun las luces, como recurso de cambio, pueden ser suplantadas por diversos elementos que marquen la línea divisoria entre uno y otro tiempo, uno y otro ambiente, uno y otro acontecimiento dramático.
Técnicamente, estas obras se sustentan en una conjunción artística de medios que el teatro puede directamente aprovechar para, de esa manera, plasmar un espectáculo divertido e interesante. El monólogo, la pantomima, la danza, el canto –obtenidos de las propias manifestaciones populares-, así como los carteles y la sobreactuación se convierten en instrumentos activos del drama y permiten, además, el “distanciamiento” del espectador.
Catorce años de plena vida campesina –nací en una comunidad indígena- y un continuo e intenso contacto con los pueblos de la sierra apoya a esta inicial expresión artística.
El teatro, como todas las artes, está comprometido con una u otra clase social. Ya es hora de que el multitudinario hombre que labra la tierra haga su ingreso, herramienta en mano, al escenario nacional.


Víctor Zavala Cataño
1969

OBRAS DEL LIIBRO
  • El Gallo
  • La Gallina
  • El Collar
  • La Yunta
  • El Turno
  • El Arpista
  • El Cargador

Apuntes Biográficos del grupo TEATRO CAMPESINO


Artículo publicado el 30 de mayo de 1971 en el diario EL CORREO de Huancayo.

El Teatro Campesino, grupo independiente se fundó el 10 de febrero de 1970, en una oficina del Museo Arqueológico de la antigua casa de la Universidad de San Marcos. El acto de fundación consistió, sencillamente en la reunión de cuatro personas para ensayar la obra “LA GALLINA”, ese ha sido el símbolo de nuestra vida institucional: trabajar sin mayores ceremonias ni formalismos. La actividad teatral, el quehacer escénico continuo han marcado nuestros días.

A principios del mes de Marzo del mismo año nos presentamos, por primera vez, en el jardín del local de la Universidad Nacional de Educación en Lima. Actuó también, en esa oportunidad el grupo teatral “EL TABANO” pero ellos escogieron un aula para actuar; el público tuvo que trasladarse del jardín al aula. Y es ese otro símbolo de “TEATRO CAMPESINO”: trabajar precisamente, en lugares donde el teatro no ha llegado. La última función que hemos realizado, por ejemplo en Lima se efectuó en un patio de la abandonada casa hacienda Taboada, cerca del Aeropuerto del Callao.

El ambiente teatral, debe ser creado por los trabajadores del arte escénico. Basta un elemento, basta una lona, basta una linterna, basta un mueble; el teatro se hace. No nos quejamos por eso como muchos, de la falta de locales “apropiados”. Tal vez sí, requerimos de un espacio donde reunirnos para ensayar . Y eso lo tuvimos al principio como ya hemos mencionado, en la antigua Casona de San Marcos, gracias a la gentileza de Luís Lumbreras. Algún tiempo después cuando estábamos ubicándonos en una aula abandonada de ese mismo edificio se nos pidió que nos trasladásemos a otra pequeña sala donde, por muchas razones; nuestro trabajo no se realizaba a plenitud. Sin embargo desde ese local partimos a Jauja donde hicimos nuestras primeras funciones fuera de Lima. Nos habíamos presentado ya en una plaza de la cuarta zona de San Martín de Porras y habíamos llevado a cabo una que otra función en universidades e instituciones provincianas, también fuimos a Cerro de Pasco. En un día realizamos 4 funciones. Pero lo mejor de ese viaje se produjo en dos comunidades campesinas. En una de ellas trabajamos en el atrio de la iglesia cuya puerta principal nos sirvió como puerta de entrada y salida. Los campesinos estaban sentados sobre el suelo en plena plaza. En otra, utilizamos las mesas que servían para esquilar a las ovejas como escenario, mientras los comuneros estaban sentados sobre fardos de lana. En Huamantanga provincia de Canta nos cortaron la corriente eléctrica antes de terminar la función: en fin anécdotas hay muchas. Pero lo importante es que el grupo ha mantenido su actividad pese a todo, inclusive pese a un accidente sufrido por su director que le han valido serios dolores de cabeza. Ese hecho sucedió a dos días del estreno de la obra “EL ARPISTA” y, precisamente, cuando había ido a efectuar una grabación para la referida obra que, dato especial; se presentaba por primera vez en una función para damnificados del terremoto de Ancash.

En el mes de octubre empezamos una serie de funciones en la Sociedad de Autores y Compositores del Perú y, al mismo tiempo hemos realizado una gran cantidad de funciones en lo pueblos jóvenes. Algún día haremos detalladamente, la relación de toda esa campaña.
SAYCOPE nos acogió en su loca. Hasta ahora nos reunimos allí para ensayar día a día. Somos parte de la vida de esa institución gracias a la especial deferencia de sus socios y de su presidente Manuel Acosta Ojeda.

Al cumplir un año de trabajo estrenaremos “EL TURNO” en el pueblo joven El Altillo del Rímac y ahora vamos a estrenar “LA YUNTA” en una comunidad campesina. Este es, a grandes pasos el camino recorrido por TEATRO CAMPESINO. No cejamos en nuestro empeño de trabajar, de hacer teatro para el pueblo; para las mayorías. Creemos que nuestra misión, poco a poco esta madurando y se esta cumpliendo. En una sociedad como la nuestra es muy difícil mantener un ritmo cultural como el que nos hemos impuesto, pero confiamos en el apoyo de las gentes del pueblo; ese extraordinario público que nos aplaude, que nos apoya; que a veces en forma espontánea hace cuotas para ayudarnos. No somos unos simples activistas de la cultura; eso no. No queremos solo divertir al público. No. Nosotros no hacemos caridad cultural. No nos contentamos con llevarles un espectáculo más o menos bien armado a los sectores populares. No. Nos interesa la participación de ese público en el desarrollo cultural, social y político de nuestro país. Hemos comenzado por aplicar las expresiones de ese público, de esa masa a nuestros medios artísticos. También con nuestro teatro, queremos trasmitir una posición, una actitud frente a nuestra realidad histórica.

Víctor Zavala Cataño

A Modo de Testimonio

Conocí a Víctor siendo él mi profesor de Teatro, en la UNE La Cantuta, el año 1969. Entonces, no sé si hasta ahora, era obligatorio llevar un curso lectivo de Arte, como parte de nuestra formación profesional. Fue así como incursioné en el mundo del teatro, el que, dicho sea de paso, me fascinó desde un principio.
En el verano de 1970, Víctor me convoca para integrar el naciente Grupo de Teatro Campesino; convocatoria a la que gustoso accedí. Ya integrado al Grupo, iniciamos un trabajo intenso de difusión, de casi todas las obras de Teatro Campesino, recorriendo muchos pueblos del interior del país, así como los barrios populares de Lima, Universidades, colegios,sindicatos, clubes provinciales, barriales, etc.
A los integrantes del Grupo nos unía la convicción de que sí es posible construir un Perú nuevo, distinto del que heredamos; y el Teatro debe estar al servicio de esa causa, debe crear conciencia, en el pueblo, acerca de esa necesidad.
En esa línea, nuestro trabajo fue dirigido, fundamentalmente, a los sectores populares. Así, casi todos los estrenos los realizamos en el interior del país o en los barrios populares de Lima. Por ejemplo, “La Yunta” la estrenamos en la Comunidad Campesina de Ahuac (Huancayo); “El Cargador”, en el patio de la Universidad de Huamanga (Ayacucho); “El Arpista”, en el local de SAYCOPE (Rímac); “El Turno”, en el Pueblo Joven El Altillo (Rímac); etc.; todos, con un lleno de público que, en su mayoría, asistía, por primera vez, a un espectáculo teatral.
Nuestras presentaciones las hacíamos en ambientes y “escenarios” inesperados: el atrio de una Iglesia pueblerina, los tablones donde se esquila al ganado, el galpón de una hacienda abandonada, las faldas de un cerro, la Plaza de Armas de un pueblo, la boca de una mina, etc., etc.
Durante los más de 6 años de intensa actividad teatral, de 1970 a 1976, nuestro trabajo nos dio satisfacciones, tanto personales como grupales. Disfrutábamos de cada éxito, celebrábamos cada cumpleaños, bromeábamos mucho durante los viajes, compartíamos carencias y “abundancias”; es decir, éramos casi como una familia. También, como no, aprendimos mucho de la gente del pueblo: compartíamos sus faenas, sus fiestas, sus comidas, sus preocupaciones, sus denuncias, sus luchas y sus triunfos.
Las vivencias, durante esos más de 6 años, también estuvieron matizadas de anécdotas. Quisiera, si la memoria no me falla, recordar algunas de ellas y compartirlas con ustedes. Aquí va una: en Huánuco, teníamos que presentar “La Yunta” , invitados por una Cooperativa Agraria; cuando coordinábamos los preparativos previos a la función, uno de los cooperativistas nos dice que todo está listo, pero que hay un solo inconveniente; ¿cuál es?, preguntamos; “es que nuestro local está en el tercer piso de un edificio”, nos dice; entonces le decimos que ese no es ningún problema; a lo que, muy ingenuamente, nos contesta: “pero, ¿cómo van a subir los toritos hasta el tercer piso?”. Otra sucedió en una Parroquia de Jauja; los actores ya estábamos caracterizados como personajes, vestidos y maquillados como campesinos, cuando, de pronto, me dan ganas de orinar, por lo que tuve que ir al baño de la Parroquia. Cuando ya estaba de regreso, aparece una monja y, al verme, se pone nerviosa y empieza a gritarme: ¡qué haces aquí cholo!, seguro has entrado a robar, ¡fuera de aquí! Si no quieres que llame a la policía”; cuando le expliqué todo y que no era ningún cholo ladrón, se disculpó y me dejó ir. Una última. Ésta me sucedió en plena actuación con Víctor, en una de las pocas veces que actuó, pues, él era el Director del Grupo; en un momento la mente se me puso en blanco y se me olvidó el parlamento; Víctor me miraba, entre preocupado y que le ganaba la risa. Entonces, él toma la iniciativa y me dice: “¿coquita traes tayta?” y yo respondo aliviado: “sí hijo, coquita traigo”, y así se reinició el diálogo. Sucede que yo tenía que haber dicho “coquita traigo, hijo”.
Bueno, finalmente, quiero saludar la feliz iniciativa que han tenido los hijos de Víctor, pues hará posible el reencuentro, después de más de 30 años, con Yola, Lorenzo, Nilo, Roberto, Carlos, Blanca, Tito, Pablo, Gaspar, Teodosio, Aurora, Rosa, Ricardo, Néstor, y, por supuesto, recordar a Sarita, que en paz descanse; y a Víctor, que nos acompañará a la distancia.


Nicanor Jiménez Jaimes, el “Tío Juan”

viernes, 14 de agosto de 2009

La Gallina

De las siete obras publicadas en el libro Teatro Campesino, la primera que escribí fue “La gallina”, desde antes de mi viaje a Huamanga ya la tenía previsto. Porque había una breve nota en el diario El Comercio sobre un campesino que había sido apresado por “robar” una gallina. Claro daba a entender la nota que el animalito era del hacendado. Inmediatamente vi el argumento de una obra teatral y me dije: esa va a ser una obra de teatro, La Gallina. Cuando empecé a escribirla más a menos abril del 65, tuve la necesidad de recurrir al quechua para contrarrestar la cantaleta y la monotonía del castellano limitado con que debían expresarse los personajes campesinos. En la universidad había un alumno de ciencias sociales, muy amigo nuestro, que manejaba muy bien el quechua y que, precisamente hizo el personaje de Campesino en el primer estreno de “La Gallina”. Yo quise aprenderlo pero no tuve tiempo. Sin embargo, lo manejo de cierta manera. Cuando estuve escribiendo la obra pregunté al referido estudiante: ¿Cómo dirías en quechua “mis hijos se pusieron a llorar al ver que venían los policías”? Entonces el me decía: En quechua, literalmente diríamos así: Fuerte con sus ojos ellos mismos empezaron a llorar. Hermosísimo. Y así está en la obra, trasladado más que traducido del quechua. Y así, en las obras, hay muchas frases de ese tipo, que son figuras literarias del quechua puestas exactamente en boca de los personajes. “La Gallina”, se estrenó por primera vez durante el segundo semestre de 1965 en el auditorio de la Universidad de Huamanga. Y en 1970 fue estrenada en una plazuela de San Martín de Porras, cuando ya habíamos fundado el grupo de Teatro Campesino.

Comentarios del autor - Lima, Julio 6, 2008

Escenificación de la Obra la Gallina por la Asociación Cultural Voces y Expresiones representada en el Día Mundial del Teatro 2008

EL GALLO- Premio Nacional de Obras en un Acto (1966)

Obra escrita por Víctor Zavala Cataño en 1965, en Ayacucho, sobre la base del argumento de una película china. Premio Nacional de Obras en un Acto (1966). Estrenada en Lima por el Teatro Universitario de San Marcos y en Huánuco por el Teatro Experimental Universitario (1966). Repuesta por el Teatro de La Cantuta (1967), Teatro de la Universidad de Ingeniería (1968), Casa de la Cultura de Huancayo, Casa de La Cultura de Trujillo, Centro Universitario de Comas, Grupo Farol 20 de Huaraz, Grupo Hontanar de Puquio y muchas otras instituciones de los más variados lugares (San Pedro de Lloc, La Unión, Canta, Ayacucho, Jauja, etc) y de las más variadas conformaciones (aficionados, profesionales, escolares de primaria, estudiantes de secundaria, etc). Esta obra ha sobrado el millar de representaciones.